jueves, 25 de junio de 2009

DE TORTUGAS Y DESCUIDOS

“Manuelita vivía en Pehuajó
Pero un día se marchó
Nadie supo bien por qué
A París ella se fue
Un poquito caminando
Y otro poquitito a pie…”

………………………..

“Manuelita, la tortuga”
Canción infantil letra y música de María Elena Walsh


En mi país todas las tortugas se llaman Manuelita gracias a la canción de María Elena, que se ha cantado en todos los jardines de infantes durante los últimos cuarenta años.

Y nosotros en casa, también supimos tener una Manuelita. Una pequeña tortuga que debimos al temperamento “perseverante” de Mercedes, mi hija mayor.

Mi muchacha fue, es y será “bichera”. Y fue, es y será, digamos… ¿tenaz? Por no recurrir a sinónimos un tanto más “contundentes”, que puedan calificar su insistencia agotadora.

La niña comenzó a pedir un gato casi con su primera frase completa, y yo, al mismo tiempo, a pensar mil y una formas de evitar la presencia de un felino en casa, ya que a mí me sucede al contrario que a la mayoría de la gente. Vamos, que para animales, prefiero los humanos. Cuadrúpedos, alados o rastreros, pero humanos.
En cambio, ella imploraba por un animalito, una compañía con bigotes que no fuera ni tía ni abuela ni madrina. Un cuadrúpedo pequeño peludo y suave como Platero pero maullante. Y yo, su madre, que no, que los gatos arruinan los tapizados, que hacen olor, que hay que castrarlos…¡Mejor, una tortuga!

Así llegó Manuela a casa pero dije mal cuando expresé “supimos tener”. La verdad verdadera es que no supimos. No supimos para nada porque la pobre quelonia duró pocos días viva entre nosotros.

No crean los lectores que pretendo emular al presidente Obama, pero estoy muy preocupada en el caso de que esta crónica llegue a oídos de Green Peace porque no sé que opinarán ustedes con respecto al mandatario norteamericano y su gesto de exterminio de la molesta mosquita que volaba en su torno durante una entrevista televisiva, pero si esa acción determinó la condena por parte de algunas sociedades protectoras de insectos, no quiero pensar qué me ocurrirá cuando relate, en forma pública, el triste destino de Manuelita por mi culpa por mi culpa por mi grandísima culpa.

La tal tortuga anduvo muy oronda por todas partes en nuestra casa hasta que llegó el invierno, y se embutió en su caparazón a dormir. (La verdad, no sé si fue por el frío o para no soportar más los deditos de mi hija que le daban guerra a toda hora para demostrarle cuánto la quería).

Anduvo muy oronda, dije, hasta que cometí el involuntario “quelonicidio” por el que pido, desde ya, clemencia.

Un día de limpieza general puse por un momentito la caja de vidrio, que contenía a Manuela dormidita, en un estante, sobre la cocina de gas, con el objeto de despejar el piso y unas horas después, cuando acabé la faena y regresé a la habitación, me sorprendí enormemente al verla de pie, con la cabecita ladeada, como si fuera pleno verano.

¡Qué bien! Pensé. Manuelita ha salido de su letargo.

Craso error. Mejor dicho: ¡horror! al comprobar que la pobre tortuga había salido, pero sólo por haberse cocinado al calor de una hornalla que, involuntariamente, quien esto cuenta, había olvidado encendida durante varias horas. Y como el calor asciende…

¿Creen ustedes que esa puede ser la causa por la que nuestra gata Misha me mira siempre con desconfianza y yo, a mi vez, me niego rotundamente a veranear en las Islas Galápagos?

Cati Cobas

LA VACA

Además de tulipanes, zuecos y quesos Holanda tiene vacas. No hay ningún trocito de campo verde donde no te encuentres con ellas. Son vacas pacíficas, tranquilas, que pasan sus días meditando el significado de sus vidas, rumiando el fresco pasto. Su existencia se les hace más llevadera en verano, cuando pueden disfrutar mejor de la naturaleza fuera del establo, donde tienen que estar una al lado de la otra como gallinas en un ponedero, sin perspectivas más divertidas.

La vaca no es mi animal preferido pero, sin lugar a dudas, no debemos tacharlas de no interesantes, pues lo es y mucho. De una manera u otra estamos todos relacionados con ella. Yo tengo, desde pequeña, noción de su existencia. Aún ronda por mi cabeza el estribillo de una canción que me cantaban para dormir y que, por alguna razón, hacía el efecto contrario :

Tengo una vaca lechera,
no es una vaca cualquiera,
me da leche merengada,
¡ay!, que vaca tan salada,
¡tolón! ¡tolón!

Me intrigaba mucho eso de la leche merengada. Ya conocía la leche en polvo, la leche condensada y la que todos los días traía el lechero a casa, que debía ser hervida antes de beberla. Al enfriarse se formaba una espesa capa de nata grasa. El tener que beber aquella leche, siempre lo he considerado como un signo refinado de tortura infantil.

Pero volvamos a las vacas. Estas tienen el derecho de llamarse así al parir el primer ternero. Ante la necesidad de alimentarlo se pone en marcha el proceso de producción lechera. Lástima para la vaca esta leche no es para el recién nacido, que es alimentado artificialmente, y la leche sigue otros derroteros diferentes. Sin embargo, pienso que las vacas no se sienten muy dolidas en su sentimientos maternales. De sobra es conocido que las vacas felices son las que dan más leche y, que yo sepa, no existe escasez de este producto.

Para los que no esten familiarizados con este simpático animal, les copio una descripción detallada que encontré(1) "Es un mamífero que tiene seis lados, el de la derecha, el de la izquierda, el de arriba, el de abajo, el de la parte de atrás tiene un rabo, del que le cuelga una brocha. Con esta brocha se espanta las moscas, para que no caigan en la leche. La cabeza le sirve para que le salgan los cuernos y además, porque la boca tiene que estar en alguna parte. Los cuernos son para combatir con ellos. Por la parte de abajo tiene la leche. Está equipada para que se le pueda ordeñar. Cuando se le ordeña, la leche viene y no se le va nunca.
El marido de la vaca es el buey. El buey no es mamífero. La vaca no come mucho, pero lo que come lo come dos veces, así que ya tiene bastante. Cuando tiene hambre muge y cuando no dice nada es que está llena de hierba por dentro. Sus patas le llegan hasta el suelo. La vaca tiene el olfato muy desarrollado, por lo que se le puede oler desde lejos".

De este simpático animal hay 274 razas en el mundo. Ademas de las vacas lecheras tenemos, entre otras, las vacas sagradas, las vacas ñatas (Darwin), las vacas marinas, las vacas gordas, las flacas y desde hace cierto tiempo contamos con una más, las vacas locas. En España somos más afortunados. Tenemos la vaca "del aguardiente", que en las fiestas populares de ciertas localidades, se deja "admirar". Y la llamada vaca "de la boda", a la que se le hacía correr para festejar bodas rústicas. También hay que decir que en España, desgraciadamente, las vacas encabezan la lista de los animales en peligro de desaparecer. Sería una verdadera lástima que esto sucediera.

Pilar Moreno

TRISTAN E ISOLDA

-Pepa, Pepa, mira lo que te traigo para la cena de Nochebuena…Yo abrí los ojos como dos platos y no pude pronunciar palabra al ver a mi Manolo cargando con dos conejos, vivos, metidos en un saco…
-¿A que son hermosos?: al ajillo van a estar de rechupete. Me los regaló mi amigo Narciso: se llaman Tristán e Isolda, ¿qué te parecen los nombrecitos?Bueno, Narciso es muy leído, los habrá sacado de uno de sus libracos.
A todo esto, yo muda mirando aterrada los conejos.
-¿Qué se supone que debo hacer con ellos, Manolín?(Siempre llamo a mi Manolo Manolín, cuando no sé qué hacer)
-Matarlos, despellejarlos y cocinarlos, hija, Pepa, que a veces pareces boba.
Dejó el saco encima de la mesa de la cocina y, dando media vuelta, se fue a veruno de esos partidos que ponen por la tele y que le gustan tanto.
Abrí con miedo el saco y me enfrenté a las dos fieras, que me miraron con unos ojillos tan tiernos que casi me echo a llorar.
En mi vida había matado un conejo, ni una gallina, ni un pájaro, ni tan siquierauna hormiga: ¡cómo iba a asesinar a aquellas dos criaturas tan cariñosas…!Imposible, era realmente absurdo que nadie pudiera pensar, y menos mi Manolo,que yo pudiera cometer tamaño crimen.
Decidí separarlos, -juntos me daban más pena aún-, así que metí a uno, con saco y todo, dentro de la despensa. El otro quedó sobre la mesa, aterrorizado,seguro…
-Hola, me llamo Tristán y antes de que me mates quiero comunicarme una cosa quete va a interesar.Casi me da un infarto al escuchar hablar al conejo, pero estábamos solos en la habitación y nadie más podía haber dicho aquellas palabras.
-No te asustes, soy un conejo mágico – me tranquilizó.
-¿Mágico…¿cómo de mágico…?- balbuceé.
-Te puedo conceder tres deseos, ya ves…
-¿Seguro?
-Prueba y verás.
-Bien, pero como me engañes te mato. Ahí va: quiero ser una mujer hermosa.
-¿Estás segura? ¿No quieres tener un hijo (que no puedes), una casa mejor, uncoche nuevo?
-Estoy completamente segura…
-Bueno, tú sabrás, primer deseo concedido.
No pasó nada especial pero yo salí a toda velocidad para el baño a mirarme en el espejo: lo que vi me espantó y volví corriendo a la cocina para increpar alconejo:
-¿Estás loco? , te dije una mujer hermosa…
-¿Y qué quieres? , la Mona Lisa, era una de las mujeres más bellas, deseadas y misteriosas de su época: mejor que tú seguro que sí…
-No me gusta, tienen ojos de tonta y no se ha depilado el bigote: parece unarancia y una momia.
-Tú dirás entonces…
-Quiero ser una mujer bella, con ojos vivos y atractivos, y cuerpo de gacela:gustar a TODOS los hombres.
-Estupendo, tu segundo deseo te ha sido entregado.Volví a salir de estampida hacia el baño, desde el otro lado del espejo unanegraza tremenda me miraba con ojos de susto.Volví a la cocina y me enfrenté a Tristán:
-¿Se puede saber qué es esto…?
-Esto es Naomi Campbell, una de las mujeres más bellas y deseadas del Universo…
-Sí, pero es negra…
-¿Y…?-Yo no quiero ser negra: mi Manolo es un amor, pero es racista; si me ve así mecorre de la casa.
-¿Entonces…?
-Entonces me vuelves como al principio, que no estaba tan mal, -le dije llena defuria mientras la daba con un martillo en plena nuca y lo dejaba tieso.
Respiré, les juro que cuando lo vi muerto respiré tranquila.
Después me dirigí a la despensa y cogí por las orejas a Isolda, la puse delantede mi cara y le dije mirándole fijamente a los ojos:
-Como abras la boca te mato aquí mismo, mira que no estoy para bromas.
La coneja me miró con ojos de súplica y dijo:
-Tranquila puedo ayudarte…
Zzaaasss, el canto de mi mano salió disparado hacia su cuello y allí mismo
estiró las patas.
Fui al salón donde mi Manolo estaba viendo el final del partido y le lancé losdos conejos muertos a la cara:
-Despelléjalos tú si te los quieres comer, yo, por hoy, ya he tenido bastante…
Lola Bertrand

miércoles, 24 de junio de 2009

TÍMIDA DE BESOS

Estaba la mañana
muy triste y tímida de besos.

Me refugié en la sombra
como formando parte de ella;
pasó a mi lado un grajo:
"Yo soy un grajo", graznó.
¿Graznan los grajos?
Le ignoré, no me gustaban él ni su graznar.
Luego, se fue.
La sombra se mudó de lado
y yo quedé descalzo, huérfano de abarcas.
El sol, sin tapaderas, se reflejó en mi frente.
Llegó una lagartija polvorienta:
"Soy una lagartija polvorienta
que viene del Rocío".
Le di la mano y juntos almorzamos.
Después se fue.
La sombra andaba al hilo de la nada
-casi no era- de entre los dedos de mis pies
salió una hormiga roja:
"Soy una hormiga roja
que busca el culo rojo de otra hormiga
para marchar detrás".
Le entregué mi corbata, verde, verde,
la aceptó, era daltónica.
Feliz se fue.
El sol quemaba mis entrañas,
las puse en una piedra
a descansar y refrescarse.
Vino una mantis religiosa:
"Soy una mantis religiosa,
¿te apetece que hagamos el amor?"
No era mi tipo, muy delgada
y los ojos de huevo, pero..., ¿quién dice no?
"Estoy de Ramadán, si quieres esperar a que oscurezca".
Se sentó y me miraba fijamente.
Llegó la noche, recogí mis entrañas,
hicimos el amor, era una fiera.
Pensé que iba a comerme, pero besó mi mano..., luego,
tras un adiós, sus élitros rompieron las tinieblas.
Y, ahora, aquí estoy,
no sé qué espero,
en esta noche absurda, gris y tonta,
que sigue triste y tímida de besos
o, al menos, eso me parece.
Puso sus patas en mi hombro un búho:
"Yo soy un búho que...".
Me volví a casa.
Luis Alcocer

Blue, Blue Canary

—¿Qué sucede con Nick?
—No le gusta la comida, estoy segura, porque no come. ¡Comida!, piensa Nick, cómo es posible que no vea más allá de sus narices, que piense sólo en la comida, ni que la comida fuera lo único para él. Estúpidos, se dice, quedan siempre flotando en la superficie, haciendo malabarismos sobre una capa de hielo fino con tal de no romperlo, por no bajar hasta el fondo. ¡Jodidos ciegos! Acaso no ven que su vida es un asco, ¿cuánto creen que él podrá soportar? Siempre allí, confinado, girando sobre sí mismo como un trompo, contentándose con las sonrisas penosas que le regalan una vez por día, mientras piensan que él es un idiota que no entiende nada, y ella que pasa cantando esa cancioncita tonta Blue, blue canary…. Ninguno es capaz de notar lo que se oculta en su interior, le niegan hasta el calor de una hembra de vez en cuando. Si solo tuviera una oportunidad se liberaría y escaparía lo más lejos posible, sin importarle el futuro, la comida, nada… Sacudió la cabeza, triste, y se secó una lágrima como pudo, sin que lo vieran, ellos no se imaginan que él también llora. —Pongámosle el agua para que se bañe, se está rascando – oyó decir Nick. Otra vez su necedad, esa mujer piensa sólo en la comida y en el baño, ¡si será obsesiva y corta! Mejor ponerse a cantar, es lo único que la gente espera de un canario.
Andrea

lunes, 22 de junio de 2009

TUS OJOS

Tus ojos son el felpudo de mis incomprensiones, la antesala de mis sueños.
Mirarme en ellos es caminar por la línea imperfecta de la vida, y entender que la luz no necesita palabras.
Navegar por tu mirada es reconciliarme con el mundo, es serenar mi rabia.
Prenderme en tus ojos es volver a creer que todo es posible, hasta el amor más añejo.
… Ya lo decía mi madre, “Hija, no hay mejor compañero que un perro. En sus ojos encontrarás todo el amparo que un hombre jamás te dará”
MªÁngeles Cantalapiedra

LIMPIEZA EN SECO

Él estaba conforme con la mujer que le había caído en suerte o, según decía,con la mujer que había elegido. Y conforme hasta cierto punto, porque siempre
daba la sensación de estar cabreado.El matrimonio iba más o menos bien: ella no tenía amigas de esas que se reúnen los sábados o domingos en casa y hacen que el marido tenga que ir a ver el partido televisado al bar de abajo. Tampoco molestaba mucho con su familia, la suegra era muy discreta y no se metía en casa nada más que de tarde en tarde y el suegro era un santo que procuraba no molestar. Respecto al sexo, siempreestaba bien dispuesta: él sólo tenía que decir alguna lindeza del tipo "Vamos para la cama, leona, que estoy que me salgo...", para que ella aceptara sin rechistar, aparentemente encantada, tuviera o no tuviera maldita la gana de soportar embates, babeos, jadeos y eyaculaciones precoces.
Siempre hacía caso a las propuestas de él, fueran las que fueran:
-Mira, hoy vamos a comer a casa de mis padres, después iremos a ver el partido del Madrid y acabaremos cenando en el restaurante ese nuevo japonés, el del pescado crudo.
Ella asentía, sin decir que no soportaba comer en casa de sus suegros, queodiaba el fútbol y que aborrecía la comida japonesa, pero siempre acataba, ese ocualquier otro plan, con una sonrisa complaciente. Vamos, para resumir y no extenderme: él hacía siempre lo que le salía de las narices y ella era unaespecie de bendita, rayana en la santidad y la estupidez, que aguantaba lo que fuera con tal de que su matrimonio no se rompiera: "Mis padres, los niños, la familia, los amigos...".Sucedió que, tras cuatro años de casados, él descubrió que su mujer había tenido un amor juvenil. Fue durante una conversación intrascendente; estaba hablando de sus novias anteriores, haciendo alarde de su hombría y de lo buenas que estaban todas, cuando ella, sin darle importancia, dijo:
-Pues yo conocí, en la facultad, a un chico muy simpático... Quería ser mi novio y estuvimos medio saliendo dos meses.
Fue como si le hubiera picado una serpiente, se levantó del sillón, la señaló con el índice y, a gritos, como un energúmeno:
-¡Y me lo dices ahora...! ¡Después de seis años a tu lado! ¡Me has tenidoengañado todo este tiempo... Tú me habías dicho que eras virgen, pero, claro,era sólo para cazarme!
Ella, sorprendida, con la voz muy queda, le dijo:-Pero..., sí sólo nos cogimos de la mano...
Esto le exasperó aún más, estaba al borde de una congestión:
-¡Calla, no sigas..., no quiero oír más guarradas! -Salió del salón gritando
-¡Soy un cuernazos, un cuernazos...!
A pesar de los cariñosos esfuerzos de ella, él no le dirigió la palabra durantedos días. Al tercero, llegó a casa a media mañana:
-Vamos, ponte algo, vamos a salir, te voy a llevar al tinte.
No rechistó. Salieron a la calle y fueron hasta una tintorería que había cercade su casa. Él preguntó a la dependienta:
-¿Cuánto cuesta limpiar una mujer por dentro?
-¿En seco o lavado normal? ¿Urgente o para mañana? -respondió la joven.
-Como quede más limpia..., y lo más urgente posible.
-Espere, que consulto la lista de precios.
Pasaron unos momentos en los que la dependienta miró y remiró la lista:
-Mire, pues no tengo anotado el precio de ese servicio, pero supongo que lepodemos aplicar el del traje completo, más un pequeño suplemento.
-¿Y para cuándo estará...?
-No parece muy sucia, si se espera la puede tener lista en media hora.
-De acuerdo, esperaré.
Ella entró con dificultad por la abertura circular de la gigantesca lavadoraindustrial. Una vez dentro, a través del grueso cristal, miró, con una mezcla de sorpresa y culpabilidad en sus ojos, a su marido; éste se había sentado aesperar en un lugar estratégico desde el que podía contemplar las piernas de la jovencita que les atendía. La lavadora empezó a funcionar...
A los treinta minutos la dependienta abrió la puerta de la máquina y ayudó asalir a la mujer. Ésta, con dificultad para guardar el equilibrio, mareada, sesujetó a la silla donde él seguía sentado. La empleada, tras una ojeadaprofesional, dijo:
-Pues yo creo que ha quedado bien...
Se levantó, miró de frente a su mujer y preguntó:
-¿Has conocido algún hombre antes que yo?-Ninguno. -Contestó ella.
-¿Y en la universidad? -Insistió.
-No recuerdo haber ido a la universidad.
Él sonrió, pagó la factura, cogió del brazo a su mujer:
-Vamos, te sujeto, que parece que estuvieras borracha.Caminaron hacia su casa:
-Mira, hoy vamos a comer a casa de mis padres, después iremos a ver el partido del Madrid y acabaremos cenando en el restaurante ese nuevo japonés, el del pescado crudo... Y, luego, a la cama, que estoy que me salgo.
Ella dejó caer, disimuladamente, una lagrima y sonrió mientras asentía con lacabeza.
::: ::: ::: ::: :::
Yo la conocí casi veinte años después de lo que acabo de contar. Pasaba de los cuarenta y era una auténtica belleza. Fue quien me contó esta historia. Su marido, impotente por culpa del alcohol, seguía siendo un perfecto cabrón.
Tuvimos un hermoso romance, que aún continúa..., más aún, tras morir él,aparentemente suicidado, de una forma que la policía tildó de extraña: apareció,ahogado o electrocutado –no recuerdo bien- con la cabeza dentro de la lavadora de su casa...
Ella me aseguró que no tenía nada que ver con lo sucedido, aunque sus ojos siempre tenían un brillo especial cuando hablaba del tema.
Luis Alcocer

De tortugas y descuidos

“Manuelita vivía en Pehuajó
Pero un día se marchó
Nadie supo bien por qué
A París ella se fue
Un poquito caminando
Y otro poquitito a pie…”

………………………..
“Manuelita, la tortuga”
Canción infantil letra y música de María Elena Walsh


En mi país todas las tortugas se llaman Manuelita gracias a la canción de María Elena, que se ha cantado en todos los jardines de infantes durante los últimos cuarenta años.

Y nosotros en casa, también supimos tener una Manuelita. Una pequeña tortuga que debimos al temperamento “perseverante” de Mercedes, mi hija mayor.

Mi muchacha fue, es y será “bichera”. Y fue, es y será, digamos… ¿tenaz? Por no recurrir a sinónimos un tanto más “contundentes”, que puedan calificar su insistencia agotadora.

La niña comenzó a pedir un gato casi con su primera frase completa, y yo, al mismo tiempo, a pensar mil y una formas de evitar la presencia de un felino en casa, ya que a mí me sucede al contrario que a la mayoría de la gente. Vamos, que para animales, prefiero los humanos. Cuadrúpedos, alados o rastreros, pero humanos.
En cambio, ella imploraba por un animalito, una compañía con bigotes que no fuera ni tía ni abuela ni madrina. Un cuadrúpedo pequeño peludo y suave como Platero pero maullante. Y yo, su madre, que no, que los gatos arruinan los tapizados, que hacen olor, que hay que castrarlos…¡Mejor, una tortuga!

Así llegó Manuela a casa pero dije mal cuando expresé “supimos tener”. La verdad verdadera es que no supimos. No supimos para nada porque la pobre quelonia duró pocos días viva entre nosotros.

No crean los lectores que pretendo emular al presidente Obama, pero estoy muy preocupada en el caso de que esta crónica llegue a oídos de Green Peace porque no sé que opinarán ustedes con respecto al mandatario norteamericano y su gesto de exterminio de la molesta mosquita que volaba en su torno durante una entrevista televisiva, pero si esa acción determinó la condena por parte de algunas sociedades protectoras de insectos, no quiero pensar qué me ocurrirá cuando relate, en forma pública, el triste destino de Manuelita por mi culpa por mi culpa por mi grandísima culpa.

La tal tortuga anduvo muy oronda por todas partes en nuestra casa hasta que llegó el invierno, y se embutió en su caparazón a dormir. (La verdad, no sé si fue por el frío o para no soportar más los deditos de mi hija que le daban guerra a toda hora para demostrarle cuánto la quería).

Anduvo muy oronda, dije, hasta que cometí el involuntario “quelonicidio” por el que pido, desde ya, clemencia.

Un día de limpieza general puse por un momentito la caja de vidrio, que contenía a Manuela dormidita, en un estante, sobre la cocina de gas, con el objeto de despejar el piso y unas horas después, cuando acabé la faena y regresé a la habitación, me sorprendí enormemente al verla de pie, con la cabecita ladeada, como si fuera pleno verano.

¡Qué bien! Pensé. Manuelita ha salido de su letargo.

Craso error. Mejor dicho: ¡horror! al comprobar que la pobre tortuga había salido, pero sólo por haberse cocinado al calor de una hornalla que, involuntariamente, quien esto cuenta, había olvidado encendida durante varias horas. Y como el calor asciende…

¿Creen ustedes que esa puede ser la causa por la que nuestra gata Misha me mira siempre con desconfianza y yo, a mi vez, me niego rotundamente a veranear en las Islas Galápagos?

Cati Cobas

domingo, 21 de junio de 2009

LOLA Y LOS CHUCHOS

-Ay qué alegría, Señor... Gracias Santa Críspula, San Cucufato, San Pedro y todos los santos... Pepe eeeeeeeeeeee...
-¿Qué son esas voces, Lola? Pareces la chica de la plazuela.
-Qué cariñoso eres, Pepe. En fin, dónde no hay, no se puede pedir... Mira...
-¿Miro el qué, Lola?
-Que mires, ¿no ves? Te recuerdo que la cegata soy yo.
-No, no veo nada, sólo hierba.
-Pero Pepe, ¿no lo ves? Un perrillo chiquitín... Hemos sido padres, Pepe.
-¿De un perro? Reniego de ese tipo de paternidad. Me voy a leer el periódico.
-Vete, vete. Seré madre soltera. Ahora cuando te llame el juez para el análisis de paternidad nos veremos las caras.
-Lola, por Dios, deja de delirar. Me voy a leer el periódico.
-Qué obsesión con leer mentiras. Si soy más divertida que el periódico, Pepe... Anda vete a ver a nuestro nuevo hijo si tiene pito o tetillas, voy preparando la bañera.
-Lola vete a entregar el perro a su dueño ahora mismo.
-Y un jamón, Pepe. El Señor me ha puesto esta criaturita en mi camino y seré responsable.
-¿Cuántas veces te he dicho que no quiero perros? Ya tuviste a Pepe Perro.
-... El Señor le tenga en su gloria... Ahora me manda un repuesto, Pepe.
-Lola..., no me desquicies.
-Pepe vete, no te causaré problemas. Ahora mismo llamo a la ministra de igualdad para que me lea mis derechos...
-Llama, llama, es una mujer muy locuaz.
-Torres más altas han sucumbido a mis encantos natos... ¿Bibi, por favor?... ¿Cómo dice? Pregunto por la señora ministra, quiero que me lea los derechos de las madres solteras... ¿Qué está ocupada? Y a mí qué. Acabo de ser madre soltera y el padre no se responsabiliza... ¿Qué? Mi hijo es un ser vivo, en formato perro, pero ser vivo. ¿Tengo indemnizaciones, descuentos, guarderías, seguridad social?... Oiga, Oiga... Me ha colgado... Pepe...
-¿Qué, Lola?
-La ministra no se ha querido poner y la subalterna me ha colgado.
-¡Aleluya!, a ese ministerio le está entrando el juicio.
-Ya, mucho juicio, ¿pero a mí y a mi hijo, bueno, o hija, aún no sé su sexo, quién nos ampara?
-Lola vete a hacer la cena.
-Machista, no me da la gana.
-Tengo hambre, Lola.
-Me declaro impotente, Pepe... Ah, también me declaro... ¿Qué me puedo declarar? Déjame pensar...
-... Peripatética, ¿tal vez?
-Lo que quieras, no soy racista ni con los pirados, pero tú te quedas sin cenar... Ven chiquitín, ven con Mami. Ya verás, te voy a dar una cervecita fresca, hace mucho calor. Es la única que le queda a Pepe, pero no le importará que te la tomes tú…
MªÁngeles Cantalapiedra

viernes, 19 de junio de 2009

ROSAS GRISES

Ha sido de repente. Al cielo plácido se le abrazaron multitud de rosas grises, y a mis manos, rocíos impensados... O eso imaginé, porque un aroma a tierra aventajada impregnó el aire que ocupaban mis ojos.
Ha pasado sin darme cuenta, de súbito. Llegó el silencio del sol dolorido y esasrosas grises adornaron su tumba, adelantándose la falsa noche a celebrar su errónea victoria.
Al cielo, ahora como un florero mortecino, le cruza de lado a lado una bestia de luz, un destello brutal..., uno sólo, y un grito voraz de acémila... que amenaza repetirse...

Caen pétalos cetrinos en mis manos y, en la ventana, un golpeo transparente se empeña en asegurarme que meramente es una imprevista tormenta... Pero, no sé... Mis ojos sólo ven rosas, cientos de rosas sombrías, a las que no asusta la negrura del luto, ni les espanta la bestia que no calla mientras rompe el espacio con un latigazo de fuego,... perlándolas de brillos matizados por un efímero instante...

Rosa M. Arroyo(junio 2009)

EL LICÁNTROPO

De día besa niños, sonríe, acuna malvas,
deja que el sol y el viento caminen por sus dedos.
De noche sus ojos se enrojecen,
cuelgan saines amarillos de los lacrimales,
enlazan con racimos espumosos
blancos, viscosos, que penden de su boca.
Entre los muros de la iglesia
sus pisadas no suenan y se oyen
-lúgubres, olor a fúnebre- quejidos,
estremecidos entre el frío que ronda a los ancianos,
espantados tal como el niño de las piernas rotas,
sagrados círculos concéntricos acogen cada paso;
agua bendita que se enturbia;
el monstruo de las crines empañadas por muertes,
mancilla el alabastro de la pila
con el acero de sus negras uñas.
La anochecida, hoy alumbrada por la luna llena,
envuelve en espirales azabaches
-vapores hediondos que emanan del erebo
-las encinas del bosque y el musgo que las cubre.
El lobishome aúlla, su grito muerde el aire.
El búho vuelve la cabeza, guiña, cambia de rama.
Terrores dentro de lo inanimado, parálisis de ánimas
sonámbulas de eternidades que vagan sin derrota.
Asoman la cabeza los lirones insomnes;l
a hierba huele a sangres, vuelven a las profundidades
de calvarios perpetuos, húmedos y ciegos.
La carne, abiertas las arterias,
muestra sus marcas y padece y gime,
sus células necrosan entre llantos,
enseña sus desgarros a la esfera azul,
curva sobre sí misma, regresa al útero materno.
Llega el amanecer..., en la ciudad
el maletín de cuero de animal cautivo
marcha al compás del paso del ejecutivo.
Luis Alcocer

EL ASPID

Se evadía en la noche de su cesta de silencio y buscaba su presa.
Sinuoso, como siempre, encontraba donde hincar su dardo venenoso, sus miserias,su envidia amarilla...¡Siempre hay una presa fácil donde verter el veneno!Se deslizaba entre las líneas oscuras de la oscuridad, llevando sus complejos como almohada; su piel, vestida de palabras y hermosos colores, deseaba ocultar el cúmulo de complejos que día a día le iban llenando el alma de miserias...
¿Aportaba algo al eco-sistema que lo había acogido...?Sí, ya lo creo que aportaba: círculos clandestinos, insidias aquí y allá, una gota de su purulento néctar por el otro lado...Se sentía el rey rodeado de incondicionales acólitos, pero ante el águila era cobarde, replegaba sus ataques, recogía velas, creyendo engañar con su untosa voz de concordia, a alguien...¿Era bueno para algo...?¿Lo soportaban por algo...?¿Aportaba algo..?Seguramente que sí, si no, la sabia naturaleza ya lo hubiese eliminado...Su gran error fue evadirse de la cesta de higos de Cleopatra, y, desear hincar sus colmillos venenosos en la jugosa manzana del Paraíso...
Se creía hombre, incluso nombre..., y, sin embargo, solamente era un vil reptil...
Lola Bertrand

jueves, 18 de junio de 2009

KADUR

Salvo Bobby, un fox terrier que le regalaron a mi hermana mayor, todos los perros que han pasado por mi vida me han causado pánico y repulsión, por esoKadur no podía ser una excepción o tal vez fue él quien inició en mí la aversión hacia los perros.
Un aciago día del mes de Octubre papá apareció en casa con él y nos dijo que era necesario para cuidarnos de los extraños, pero mis hermanos y yo sentimos tanto pavor con su presencia que tuvo que tenerlo atado la mayoría del tiempo.Seguramente que Kadur – un pastor alemán todo negro y con una pinta de lobo que tiraba para atrás- era un perro estupendo, pero eso a los diez años no entraen tus pensamientos y todos los niños- yo en especial – lo evitábamos.Estate quieta – me decían- los perros huelen el miedo, y la verdad es que mi miedo lo olía hasta yo, no necesitaba ser perro para eso. Desde ese instante ese dicho de que los perros huelen el miedo se ha incrustado en mi mente yperro que veo, perro que "siento" que me huele el miedo.
Años después supe que realmente el pedigrí de Kadur no era muy limpio olinajudo y que sí, algún lobo tenía algo que ver con sus brillantes colmillos.
Aparte de las noches, la mañana de los domingos -la hora de misa para ser másprecisos- el bueno de Kadur gozaba de completa libertad. Es decir: papá losoltaba y él se comportaba como un loco saltando y corriendo sin ton ni son por todos lados…No sé qué fue de Kadur –ni antes, ni después- pero hay un episodio que ha quedado grabado en mi memoria, en la mía y en la de algunos más (jeje).
Sucedió el día de la fiesta mayor del pueblo. A todos en casa nos hicieron vestir con nuestras mejores galas para asistir a la misa solemne, no recuerdo la vestimenta de los demás - seguro que estaban guapísimos- pero yo, vestía un traje azul y blanco (falda azul y cuerpo y tirantes de encaje blanco), que era un modelito especial traído de una tienda de ropa infantil de Gijón. Estaba muy guapa todo hay que reconocerlo. Mi melena roja ese día flotaba al viento como una bandera de libertad.
Papá dio la voz de alarma:-Todos fuera de la casa y el jardín que nos vamos a misa y voy a soltar al perro.Yo andaba distraída y no lo escuché, cuando me fui a dar cuenta toda la familia había desaparecido y Kadur daba vueltas enloquecido corriendo alrededor de la casa. Empecé a sudar de pánico, lo confieso, y calculé – mal- una de las vueltas del perro para salir a toda velocidad de la casa y el jardín…Corrí y corrí sin mirar atrás pero sintiendo el aliento de Kadur en mi cogote.
Éramos tantos que nadie me había echado en falta (alguien copió mi situación para rodar años más tarde un montón de películas: Solo en casa) hasta que laspuertas de la iglesia se abrieron de golpe y una niña pelirroja, pequeña y despeinada, con el traje roto y sucio entraba por el pasillo central de la iglesia, corriendo como una loca hacía el altar mayor…Detrás de mí, Kadur, contentísimo, asustaba a la concurrencia. Si no estoy en los anales del pueblo debería estarlo. No sé mis padres, pero yo pasé una vergüenza de esas que jamás se olvidan…Confieso que mi miedo por los perros, se convirtió en pánico desde entonces,muchos se ríen de mi circunstancia, pero es que no saben…
Lola Bertrand

LOS PERROS TAMBIÉN MUEREN

Soy mujer de perros, lo sé, y a lo largo de la vida no recuerdo nunca haber vivido sin la compañía de un perro. Guardo en la memoria a cada uno de ellos como la más fiel de las caricias, el más tibio de los consuelos. Mis perros hansido todos diferentes y todos han muerto a mi lado de formas diferentes.
Un soplo, y ya, los ojos cristalizados, la mirada perdida en un rumbo eterno, y ni un solo movimiento de cola más para batir su alegría; todo esto pareciera ser componentes comunes a la muerte.Dejan la fidelidad desecha, se llevan egoístamente con ellos el placer del tacto sobre piel de seda recubierta de peluche.Recuerdo a Cuqui, esa perra era la más amiga, la más humana, vivió diez y seis años contenta y llena de afecto. La amé mucho. Ella lo sabía, y respondía siempre con una mirada luminosa y dulce. Cuqui era Coli, de peluche largo y suave, con grandes manchas blancas y negras. De tanto vivir un día perdió lavista y se le entumecieron las patas traseras. En un rincón de la terraza esperaba el sueño eterno, rodeada de mis caricias cada vez que llegaba delColegio.
Pero su cansancio superó a mi amor, y ya mis manos sobre su cabeza no eran suficiente alivio para todas sus penas. Decidió morir. Esperó todo un día por mi regreso en un jadeo doloroso y triste. Me contó mi madre que al oír el sonido de mi auto entrar al garaje en el atardecer, dio su último alarido, y dando un salto en sus cuatro patas, expiró.
No había consuelo para mí, hasta que mi padre me trajo a Negro, un perro policíaadulto, ya entrenado para proteger la casa. Sus enormes colmillos y sus profundos ojos me intimidaban. Con Negro nunca me sentí a gusto, no le tenía confianza, y las luchas para lograr amarrarlo cada vez que venían mis amigos de visita, eran un desgaste emocional intolerable. Temía que los atacara por suinstinto de defensa.
Negro no me quería, lo sé, y un día decidió marcharse, se escapó y un auto lo atropelló en medio de la calle a una cuadra de mi casa. Los vecinos vinieron con la noticia, y corrí al lugar. Confieso que al verle con un chorro de sangre en su boca, tieso y moribundo, un dolor muy grande invadió mi corazón. Quedé devastada, sintiendo una culpa enorme causada por el desamor.
Entonces llegaron Browny y Frostty, una parejita de hermanitos Puddle, con peluche en rizos blancos como copos de nieve que adornaban sus cuerpitosfrágiles y diminutos. Con ellos llegó la alegría a la casa, traviesos yjuguetones, fueron motivos de risas y algarabía por muchos años, hasta que undía decidieron descansar, y casi simultáneamente los hermanitos murieron con unapaz espantosa que no dejó cicatriz en mi alma. Pasaron sin dejar huellas, ni siquiera grietas por donde se escaparan sus recuerdos. Los olvidé fácilmente.A mi cadena de amores perrunos le siguió una loca y abandonada perrita que el destino puso en mi puerta. La recogí de una bolsa plática al borde del asfixie, flaca, con aquella hambre eterna, cubierta de lepra, o tal vez sarna, de la cabeza a la punta del rabito. Mi primera intensión fue la de echarla al bote dela basura, pero este maldito corazón mío no me da para tanto, así que fui directo con ella al veterinario, y entre medicinas y alimento concentrado, en dos semanas "Flaca" quedó preciosa y logró acompañarme por quince años,orgullosa y alegre, comprensiva y paciente con mis depresiones matrimoniales, y mi rabia por tener que hablar en inglés al arquitecto. Flaca se convirtió en una perra bilingüe. Tenía que hablar francés si deseaba darle un baño. La palabra baño la entendía en los dos idiomas, y salía disparada a esconderse por días, hasta que el hambre la obligaba a volver. Me quería tanto, tal vez agradeciéndome su rescate de la muerte por asfixie en aquella bolsa plástica donde un día la recibí molesta.
Llegado su término en este mundo no quiso que la viera morir, y como un indio Apache, caminó lento alejándose entre los árboles de un bosque cercano .Adentrándose hasta lo más profundo localizó el lugar perfecto para morir. Unos niños la encastraron agonizante y corrieron en mi búsqueda. Llegué justo para mirarle a los ojos, vivos aún, por última vez, y dejarle saber cuanto agradecí su amor y su paciencia con mis estados fluctuantes de ánimo. Ahora que estoy aletargada por el tiempo, tengo conmigo a Chulin, grande, fuerte,firme, adorable, generoso, sabio. Es un perro callejero perfecto, que se compadece de los pájaros heridos, que me habla en un idioma que solo yo entiendoy sabe demostrar su cariño.Ya han pasado tantos perros rosando mi vida que no quisiera verlo morir, pero comienza a dar muestras de cansancio. Nos miramos, y entre mirada y mirada,sabemos que nos queda poco de alegrías y penas por compartir, minimizando las soledades mutuas.
La tristeza me invade, anticipo su partida y no quisiera tener que despedirme deChulin. Estoy encadenada a su amor, pero sé que los perros también mueren.
Carmen Amaralis

REENCUENTRO DE CISNES


A Rosita
Los cisnes abrieron sus alas y se cobijaron.
Mimi y Tiota no cesaban de mirarse y de hablar y hablar.
–Por dos años no pude caminar, una sobredosis de medicamento para elhipotiroidismo me causó una distrofia muscular temporera.
–A mí me arrancaron las entrañas y nunca pude tener hijos.
–Mi padre murió hace cinco años de un infarto, y me traje a mami a vivirconmigo.
–A mami le amputaron una pierna y le subió un trombo que le causó la muerte.
Desde entonces nada me consuela.
–Cambié de trabajo, ahora dirijo…Los cisnes cerraron sus oídos.
A Mimi le brotó una lágrima, A Tiota le dio frío, a Mimi se le escapó unsuspiro, a Tiota se le quebró la luz de los ojos.
Mimi abrazó a Tiota y se quedaron abrazadas por largo rato. El abrazoportaba ausencias, juventud, pérdidas, sacrificios, amor.
Los cisnes echaron vuelo dejando un lecho de plumas blancas para quereposaran sus corazones.
Hubo llanto y felicidad que subió hasta la aurora boreal.
Carmen Amaralis

lunes, 15 de junio de 2009

LOS ANIMALES DOMÉSTICOS


Perros y gatos protagonizan por derecho propio este apartado en el que por extensión también hablaremos de canarios, periquitos, gallinas, pavos, tortugas, galápagos, ratones, ratas y hasta de un corderito precioso que, al ser sacrificado, me rompió el corazón.

El primer perro amigo que tuve en mi infancia se llamaba "Pinocho": un fox terrier de pelo duro con manchas negras sobre blanco y estilizada figura. Juguetón y zalamero, tuvo la gran desgracia de caer en la rabia y tras de ser tratado para curar su enfermedad, escapó de su clausura a la calle y, a diez metros de nuestra casa, fue sesgado en el cuello por una guadaña manejada por un labriego anónimo que casualmente pasaba por allí. La impresión que experimenté con aquel sucedido fue de una tremenda angustia y de un odio natural hacia aquel espontáneo ejecutor cuya figura aún se me dibuja, aunque de forma muy nebulosa, como la de un despiadado asesino.

No les acompañó mucho la suerte a los perros que tuvimos en casa; pues otro que sucedió a "Pinocho", aunque muchos años más tarde, llamado "Bolero", se envenenó con unos trozos de carne mezclados con estricnina y que estaban en un recóndito lugar (al pié del pozo de la casa de mi abuela María Jesús) esperando la visita de unas ratas que por allí merodeaban.

En la "Casabajo" también había perros, pero por ser de especiales razas dedicadas a la caza (galgos y podencos), siempre estaban recogidos en el último patio para que no incordiaran.

Los gatos por su especial modo de ser, egoístas y siempre buscando su comodidad, se convirtieron en mis enemigos acérrimos, transformándose así, en la transición de gatitos pequeños y juguetones, a la edad en que ya se ponían serios, recelosos y vigilantes.

Había dos gatos, uno negro y otro romano (listado de blanco y un marrón tenue), a los que le tenía la guerra declarada; y ellos lo sabían, puesto que al verme aparecer huían despavoridos buscando cobijo entre leñeras y rincones inaccesibles que se conocían a la perfección.

Sin embargo, en casa de mi abuela, siempre había un gatito que se prestaba a jugar tratando de alcanzar con sus zarpas, entre graciosos brincos y cómicas contorsiones, las bolitas de papel que amarradas a un hilo se le iban arrastrando por el suelo o pendulando en el aire. Cuando estos animales se encontraban a gusto solían frotar suavemente sus cuerpos entre mis pies, runruneando acompasadamente...

Otros seres vivos que se incluían en los latidos domésticos eran las aves de corral: gallos, gallinas, pavos y pollos (con infortunado destino estos dos últimos en los que sus más nefastos días coincidían casi siempre con los más celebrados (fiestas patronales, semana santa, ferias y navidades).

Eran excepcionales las pepitorias, los arroces en paella, los estofados (aquí la perdiz era la protagonista), que aquellos animales nos proporcionaban.

Siempre había un gallo, altivo y elegante, que por su función de galanteador se salvaba de "la quema".

Algunos canarios y periquitos aportaban sus trinos y colores al cotidiano vivir de la casa.

De vez en cuando, se detectaba la presencia de roedores (ratas y ratones) en las despensas bajas y en zonas poco frecuentadas en las que se almacenaban víveres para el consumo del año (granos, leguminosas, etc.). Para capturar a los ratones se empleaban ratoneras de alambre con un balancín interior que los apresaba en un compartimiento sin posible salida y en el que previamente se había colocado un cebo, por lo general de oloroso queso. Por cuanto a las ratas, había unos aparatos, no por toscos, ingeniosos, llamados "gatos de palo" hechos de madera en los que mediante un resorte interno –que la misma rata presionaba al entrar-, desplomaba una puertecilla con la que quedaba cerrada la prisión.

En la "Casabajo" en el jardín, era frecuente todos los veranos, encontrar entre los arriates una tortuga y algún galápago, con los que jugábamos a pesar del silencio y la pasividad en que se mantenían. Nos divertía el buscarlos por todo el jardín hasta que lográbamos localizarlos bajo el ramaje y la fronda de rosales y plantas,

Por último recordaré a aquel tierno corderillo, de blancas lanas y placentera mirada, una cabeza preciosa en la que destacaban sus bellos y negros ojos, que un buen día apareció en los patios de la casa (alguno de los regalos que destinaban a mi padre) y al que se le veía desorientado y emitiendo unos tristes y quejumbrosos balidos, tal vez llamando a su madre de la que lo separarían y la que nunca jamás podría volver a ver. No se cuantos días estuvo correteando por los patios; fueron unos cortos días, tal vez una semana, en los que poco a poco iba tomando confianza con nuestra compañía haciéndose cómplice de nuestros correteos y dejándose mansamente acariciar. Creo que incluso se le puso un plateado cascabel en una cinta verde o roja alrededor del cuello. Pero al final llegó su fatal destino y desapareció para la eternidad. Mi desconsuelo solo fue equiparable al que sufrí con la pérdida de mi perro amigo "Pinocho".
EGARZA

LADRIDOS


Sólo se escuchan ladridos, aullidos por todas partes. Las almas y los cuerpos de los habitantes arden sin que nadie pueda hacer nada. El caos flota en el aire, es una anarquía sin precedentes. Primero fue la quema de automóviles, mobiliario urbano, escuelas, bancos, iglesias. Mas luego, cuando la barbarie y la desolación ha sido absoluta; cuando las calles, ciudades y países ya no se gobiernan, han comenzado los perros a organizarse dentro de su propio desorden aparente. Uno de ellos, no hace mucho, me quiso de animal de compañía, pero en el último momento me desplazó por no saber comportarme. Ahora espero turno de carbonización, aunque intentaré escapar.

José Daniel.

domingo, 14 de junio de 2009

El color de sus ojos


Ayer, cuando volví a casa, estabas afuera con tus amigos vagabundos, se te veía feliz, tal vez te contaban sus correrías con las callejeras, cuyas sombras sigilosas deambulan por las noches en la inmundicia de la ciudad. De inmediato, sin esperar un guiño o una acción de parte mía, emprediste el camino detrás de mis pasos enojados.

Tú también eres uno de ellos, hasta que me encontraste y yo te di mi amparo. Me fijaste con tus ojos verdes felinos, con ese aire aristocrático y elegancia innata, con tus mimos y caricias muy oportunas. Supongo que me has hecho un favor, ¿o fui yo quien te hice el favor, de aceptarte en mi casa y tú me has brindado compañía?

No escucho a la gente cuando me dice que estás conmigo porque te conviene, que te has acostumbrado a las comodidades, que es común en los de tu clase: no encapricharse con una como yo, sino de aquello que te puedo dar. Desde que me jubilé, esta casa ha sido muy grande para mí, mis vuelos como azafata se llevaron mis abriles, mis amores; nada se concretó porque me sentía dueña del cielo, del tiempo y no pensaba en nada que no fuera a realizar en cuestión de horas. No cultivé las rosas para mi otoño.

Me encuentro encerrada en mis puntos cardinales. Mi carácter y depresiones naufragan en las noches y mis antíguos sueños se esfumaron, como el vaho del pan recién horneado en días de invierno. Y tú, vienes y te vas cuando quieres, mientras, confiada pienso que siempre volverás, por cualquier motivo, me hago la ilusión de verte en tu sillón preferido, sentir tus ojos vigilándome mientras camino por la casa, dando cuidados a los objetos que la pueblan, en ellos está el rocío de mi frente.

A veces me enfado de muerte contigo, sobre todo, cuando te comportas de modo reprobable, dejas restos de comida o tus porquerías en cualquier parte, el desorden y el olor fétido infectan mis nervios, como mis deseos de tenerte. Recuerdo aquella vez que te di una paliza mortal, te quedaste tendido sin sentido, creí que habías muerto, en cambio, te alzaste y huíste despavorido ¡Perdóname!, todavía me duele mi salvaje reacción. La pagué cara, te perdiste por una semana. Pero volviste. Somos iguales, como quiera que sea, no podemos dejar de estar juntos.

Algunas noches de verano te escapas a hurtadillas por la ventana, ¿crees que no me doy cuenta?, ¿crees que duermo? Sola, siento miedo de mi misma, de las cosas que me vienen a la mente, entonces, cierro los ojos y te busco detrás de mis párpados, lagrimeo, sonrío tu ausencia, y con un poco de cansacio y paciencia, finalmente logro dormir.

Hoy es una de esas noches eternas, tú no estás, tampoco me puedo concentrar en una lectura. Siento un desasosiego enorme que me corta la respiración, sólo escucho un lamento plañidero, un maullido de una gata encelo encima de mi tejado. Estoy enloqueciendo, mi sexto sentido me dice que estás ahí con ella... Callejera y nocturna... Cuando regreses no te dejaré subir a mi cama, ¡sucio!
Quizás... después te perdone, cuando me mires con esos ojos tuyos verdes de gato y vengas con tu lamento de miau sumiso, rozando mis piernas, pidiéndome una caricia de perdón.
Alix desde Catania...

DESPEDIDA DEL SEÑOR DE BARBUTANIA


Las ranas contemplan cerezos y almendros. Mientras, las golondrinas abandonan la neblina para recorrer un día largo.

-¡Mi vida ya no se teñirá de poesía! –exclama el caballero arrodillado ante la dama del castillo.
-¿Cómo decís vos, mi señor, teñir? Vuestra vida es la poesía. Vuestros relatos y poemas me cubren con su manto. Me transportan al mundo de las hadas y los elfos. Allí me encuentro segura.
-Dejadme recostar sobre la alfombra de vuestro cuerpo, debo de estar descansado para la batalla, mi hermosa dama.
-Espero que el rocío de mis fragancias os cubra de una nueva música de amor.
Las últimas prendas íntimas duerme a los pies de los amantes.
-Siento vuestro dulce azul que se derrama por todo mi cuerpo -exclama el caballero temblando de pasión.
-¡Ah! Mi valiente caballero, halcones dorados, con sus alas, cosquillas hacen temblar mi vientre. Vos, mi señor de Barbutania me está elevando a la cúspide del placer. No quiero bajarme. Vos, no quiere soltarme y yo, no quiero soltarle.
-No oigo el trino de los pájaros, ni el de vuestros besos, mi dulce amor -le contesta , como un joven quejumbroso.
Los cuerpos desnudos acogen las primeras luces de la mañana, se han colado por los vitrales del aposento.
-Los caballeros de mi reino, miran lejos y diferente. Mi adorado Parsifal, perciba como escalo vuestra espalda con mis besos sin ahuyentar vuestros sueños de aventura -la castellana, le dice con ternura.

Los relámpagos espantan las neblinas que no dejan ver las lluvias, y los grillos se ocultan en los carrizos.

-Me da miedo verme luchando contra mis amigos los moros de Granada. Pero, lo que más pesa es una vida sin vos, condesa de Foix.
-Mirad hacia dentro, mi señor, es tan rico el panorama... aunque nadie lo sospeche, somos el uno para el otro. La soledad, el vacío, no existe.

Dentro del aposento, el silencio de los muros, fuera, el bullicio de los villanos. Sobre la mesa, un yelmo y una espada.

-Veo nieve todavía en los picos de las Tres Sorores… ¿Es verdad que los amores prohibidos se convierten en estrellas?... Mi hermosa dama, su marido el conde, me estará esperando, debemos partir a la conquista, no sé si volveré. En la torre más alta de Granada colocaré el pañuelo que me dejó sobre la lanza en la Justa de despedida. No haga más duro el partir. Mi caballo piafa -el caballero le habla puesto de pié al lado del ventanal.

Se abrazan. Tanto la besa, que le hace temblar de placar.

El sonido de trompetas llamando a las huestes del Sobrarbe, interrumpe la escena. Andregoto, el escudero, abre la puerta de la estancia condal, y tras los saludos de protocolo, coge la espada y el yelmo de su señor, y lo acompaña hasta su montura.

La dama despide, a su marido y a su amante, sonriendo, desde la almena del castillo.

Atho

CARLOTA Y LA VAGABUNDA


Invierno
Hoy he soñado con ella y cuando me he despertado tenía un nudo en el estómago. He cogido una taza de café y me he sentado en las escaleras de la calle a esperarla, pero no ha venido; aún mi angustia ha sido mayor. Un viento helado ha azotado mi cara y he visto que las nubes grises y gordas venían hacia aquí; sería un día de frío y lluvia.En la carretera he sentido el frenazo de un camión y se me ha encogido el corazón, pero yo seguía inmóvil sentada en la escalera con un plato de comida a rebosar esperando a mi vagabunda, aunque mi cabeza me decía que ya no vendría más, lo había visto en mi sueño…


El verano anterior
Me gusta el sol tierno de los primeros días de junio. Siento como mi piel se va calentando mientras me pierdo en pensamientos. El silencio es total porque aún es pronto para que lleguen los veraneantes y es como si este lugar apartado de la civilización fuera exclusivamente tuyo. De repente, he sentido un ruido y me he asustado. Sólo pensar que podía ser un ratón me ha estremecido. He mirado, pero no he visto nada, así que he vuelto a cerrar los ojos. Al rato, el mismo sonido. Me he incorporado violentamente y cerca de mí ha pasado un animal tan deprisa que no me ha dado tiempo a verlo. ¡Qué susto! Me he ido zumbando a casa.De todas formas, tengo la sensación desde hace varios días que alguien me observa y estoy decidida a averiguar si es cierto o simplemente es fruto de mi imaginación desbordante. Esta mañana me he tumbado y a mi lado he puesto un palo, lo he sujetado fuerte con la mano y me he dispuesto a esperar. Al rato he sentido tras los tamarindos un sonido. He abierto un ojo y me ha parecido ver una sombra. Fallo por mi parte: no me he bajado las gafas y como no veo de lejos…
Por la tarde me he ido preparada y dispuesta y no he tenido que esperar mucho. ¡Qué miedo! Al primer crujido de las ramas, he abierto los ojos muy despacito y por fin lo he visto: un animal casi tan grande como un caballo, feo, escuálido, con un hocico alargado y unos ojos inmensos. Del grito que he dado, el animal ha salido corriendo como alma que lleva el diablo; yo también he corrido escaleras arriba y al rato he vuelto a salir sentándome, esta vez, en un lugar seguro por si volvía y me quería atacar.Por supuesto, ha vuelto. Se ha puesto en el extremo del jardín, pero en un lugar que pudiera ver la entrada de la casa. Vamos, donde estaba yo. Me he puesto las gafas y nos hemos estado mirando largamente en la distancia. No sé qué pensaría de mí, pero yo seguía pensando que era el animal más feo que he visto en mi vida. Es un perro, cruce de veintisiete padres preponderando la raza de galgo. Color canela y una expresión de tristeza y abandono. Eso es lo que me ha fastidiado porque se me ha arrugado el estómago y se me ha olvidado el miedo y lo feo que era. He hecho un movimiento como si me fuera a levantar y él ha hecho lo mismo y ha sido cuando he visto la multitud de tetillas que le colgaban, flácidas y desprovistas de cualquier atisbo de líquido dentro de ellas… He sentido de pronto verdaderamente lástima por aquel animal tan horroroso que cuando me he aburrido de mirarlo al levantarme, ha salido corriendo con todas su fuerzas.Es finales de junio y ya se siente la algarabía de niños que andan por los caminos. Se ha terminado la paz aunque hay que reconocer que se presiente la alegría del verano. Llevo una semana con unos hábitos muy definidos. Nada más que me levanto y mientras se hace el café, preparo un cazo grande con pan, leche y un poquito de azúcar y lo llevo bajo los tamarindos; es el lugar preferido de Engendro. Sí la he puesto ese nombre porque insisto que es más fea que Picio. Jamás se acerca al plato de comida si estoy yo. Me sigue mirando en la distancia y a cualquier movimiento extraño, sale zumbando.Es más, la han debido de pegar y mucho por las huellas que he podido ver sobre su lomo. ¿Habrá huido o habrá sido abandonada? Los hombre qué crueles somos a veces…


Julio: Engendro como dos veces al día. El desayuno y luego por la tarde, la preparo con las sobras de la comida un buen pote de lo que se me ocurra. Se está poniendo hasta mona, guapa jamás. Ya no se la notan las costillas y ayer me enfadé con ella; la pegué unos berridos que estoy convencida de que en una temporada no aparece. Se asustó al oírme chillar, pero ya no se va corriendo, sólo se esconde detrás de la madreselva; se pensará que no la veo… Y es que me la preparó parda: había sacado la basura a la calle para luego, a la caída del sol llevarla al contenedor y cuando he salido Engendro había esparcido toda la basura por el jardín. ¿Es o no es para enfadarse?
… Engendro lleva dos días sin aparecer, ¿dónde estará metida? ¿La habrá pasado algo? ¿Pensará que sigo enfadada con ella? A eso de las nueve de la noche cuando me iba a tomar unos vinos, he oído a unos niños que decían "Venga, tira más fuerte, no le has dado con la piedra" Un sexto sentido me ha dicho que estaban tratando de apedrear a Engendro y he salido y les he montado un pollo a los chavalines que se han largado con viento fresco. Engendro permanecía arrinconada sin apenas moverse y la he llamado. Ha hecho amago de levantarse, pero luego ha desistido. "Está herida" He pensado y muy despacio me he acercado. Me ha mirado lastimosamente y ha cerrado los ojos.
Me he sentado en el bordillo a esperar, me sigue dando miedo tocarla. Ha sonado el móvil, eran mis amigos que me estaban esperando, así que me he ido y cuando he vuelto, Engendro no estaba.
He pasado la noche en vela, hacía demasiado calor. He salido a las escaleras a fumarme un cigarrillo. Era una noche preciosa. ¡Cómo ilumina la luna en la oscuridad! Precisamente estaba mirando la luna cuando he sentido en mi regazo que algo se posaba en él.
El amor, el cariño, es intuitivo. No me ha hecho falta mirar, sabía que era Engendro. La he acariciado por primera vez y el animal se ha quedado quieto…, agradecido por la muestra de ternura. Pero la magia se ha desvanecido al oír un disparo, han salido corriendo, no sé si por miedo o porque alguien la enseñó a cazar.
Es finales de agosto, Engendro me sigue a todas partes. La caricia de la primera vez no ha significado que se fíe; sigue guardando las distancias. Esta tarde, por casualidad me he enterado de su triste historia. Me fui en bicicleta hasta el río, a Engendro la encanta chapotear con el agua, y se me pinchó una rueda así que me acerqué a la gasolinera a que me la arreglaran. Cuando Roberto ha visto a la perra, me ha dicho que siempre está merodeando por allí y que todos los días a las ocho de la mañana en punto se pone muy tiesa en la curva, al rato agacha las orejas y se va entristecida. Por lo visto una mañana de mayo que Roberto estaba arreglando un motor, a eso de las ocho de la mañana oyó un frenazo. Levantó la cabeza y vio en la curva un coche parado. Había un hombre que trataba de sacar del capó algo, pero se le resistía. Estuvo un buen rato hasta que lo logró. Después, a toda prisa se montó y arrancó el coche a toda velocidad. Cuando se fue, pudo ver lo que había dejado en la curva. Había un animal mirando fijamente por donde había partido el coche. Estuvo días sin moverse de allí. Al cabo del tiempo, por hambre comenzó a moverse, pero todas las mañanas allí estaba como un clavo por si su amo decidía volver… Y a pesar del maltrato, Engendro seguía fiel, ¡cómo son los perros! Me volví taciturna a casa, ya no sólo por lo que me acababa de enterar, sino porque a mí, se me acababan las vacaciones y me tendría que ir. Mientras hiciera bueno, regresaría los fines de semana, pero cuando cayera el otoño, ¿qué sería de Engendro?
Llegó el uno de septiembre y según sacaba el equipaje, Engendro miraba. Yo no lo quería mirar, estaba rota.. A la ciudad no me lo podía llevar, ella seguía sin fiarse, además de mí. Cuando eché el candado a la verja, Engendro apoyó en hocico entre los barrotes y yo sentí que mi corazón se rompía. Dejé en el jardín comida y agua y Roberto me prometió que haría lo mismo.
Durante un mes y medio aproximadamente estuve volviendo los fines de semana. Sabía a la hora que llegaba pues estaba en la verja esperándome, se la veía feliz. Después, se iba por el hueco por donde entraba y salía y, el domingo, la despedida. Con sus ojos lánguidos me decía adiós.
Pregunté a Roberto y me dijo que seguía yendo a las ocho de la mañana a la curva. A esas horas ya comenzaba a estar oscuro, pero la daba igual. Temía que un coche pasara por allí y al ser de noche aún no la viera y la atropellara.


El final…
Es viernes, tres de diciembre. He dormido muy mal. He soñado con Engendro y algo en mis adentros me ha dicho que me fuera al pueblo. Cuando he terminado de trabajar, me he cogido el coche. Al llegar, he silbado, pero Engendro no ha aparecido.Es sábado, hace mucho frío, este año ha llegado pronto el invierno. Llueve, pero sé que pronto nevará.He esperado a Engendro, pero sigue sin aparecer.Es domingo, he dormido horriblemente; las copas me sentaron fatal. Me he despertado a las siete y he estado haciendo tiempo. A las ocho menos cuarto me he abrigado y me he ido para la gasolinera en bicicleta. Estoy loca. Nieve muchísimo y el faro de la bici apenas ilumina el camino.He llegado a la curva y allí estaba Engendro. Se hallaba tumbada, cubierta de nieve. A las ocho ha querido levantar la cabeza y después las patas, pero la han fallado. Me he quitado el chubasquero para taparla; ha sido inútil. Después de las ocho he sentido que su corazón dejaba de latir.Entre Roberto y yo hemos cavado una tumba, justo en la curva. Después he puesto un palo que con un cuchillo he escrito "Aquí está una perra esperando a su amo. Fiel hasta el final"MªÁngeles Cantalapiedra

UN BUEN AMIGO

Astuta y reservada me sigue su mirada verde que disfraza deseos. Desperezándoseen el viejo sillón, sus ojos exigen, ruegan, preguntan. Calculadoras pupilascazan cada una de nuestras circunstancias. No dice nada, me habla con su cuerpoelegante y fino; mis respuestas son caricias que le entrego en la palma de lamano. Compañía silenciosa, duerme sus sueños en mi regazo…Llevamos tiempo siendo testigos de nuestros propios comportamientos: él,impetuoso e imprevisible y yo condescendiente y un tanto despreocupada. Noscompensamos. Hoy me he sentido segura de su cariño, cuando me ha ofrecido unpobre y pequeño ratón, atrapado entre sus patas.
Pilar Moreno

jueves, 11 de junio de 2009

EL BESTIARIO DE ATHO


Cuando vio aquella sirena de hermosas trenzas, cuerpo de doncella hasta el ombligo y cola de pez, fue tan fuerte su impacto amoroso, que la magia prendió en su corazón antes de que llegara de un coletazo a su lado, fue como el veneno de la serpiente alada de Arabia, tan fuerte, que la muerte sobreviene antes de sentir la mordedura. Sobrevino el amor antes de sentir su cercanía.
Los arcos y flechas que lleva el sagitario han caído al suelo. No deja de piafar. La sirena de espléndida figura ha iniciado un dulce canto. La tormenta que se acercaba huye. El centauro, inclina sus patas delanteras, no puede aguantar el prodigio de la canción, ni la hermosura de sus brillantes pechos. Por fin cae sumergido en un profundo sueño. La sirena se lanza sobre el cuerpo mitad hombre mitad caballo y lo despedaza.

Un unicornio ha contemplado la escena. Ha acudido al olfatear la virginidad de la sirena. Su sola contemplación le produce sopor y, antes de caer en un profundo sueño, es recogido en las alas que le han surgido a la sirena a la altura de su ombligo.
El aire se ha vuelto ardiente. Está sobrevolando sobre la pareja, un dragón. Inicia una serie de coletazos con el fin de golpear al unicornio y a la sirena que lo acuna. Lanza fuego por sus ojos largos. Consigue devorarlos a lengüetazos. Se queda dormido con su monumental boca, abierta llena de hileras de dientes.

Del rio Nilo sale hydros, se revuelca en el fango cubriéndose totalmente sus múltiples cabezas, y aprovechando lo resbaladizo del barro, penetra por la boca de draco, y llegando al interior, destroza los intestinos y todas las entrañas. Satisfecho, sale por el mismo sitio que entró y se sumerge en las aguas del rio.

Un águila, ya envejecida, sobrevuela el cielo que refleja el Nilo, sus ojos empiezan a ser mortecinos, pero aún le permiten ver al hydro en las profundidades de las aguas. Se lanza y los captura con sus fuertes garras, ahoga con el curvo pico las cabezas, y los lleva como alimento de sus pañuelos.

Pasado un poco tiempo alza su vuelo a una altura considerable, se incendia con el calor del sol. Sus alas arden. Pero, aún le da tiempo de volar hacia Oriente. A la vista de una hermosa fuente de aguas claras, se sumerge tres veces y sale en plena juventud. Al pasar por un golfo de la corriente marina, se unen a ella dos grifos de la zona de Hiperbórea. Sus patas de león sujetan cada uno de ellos un buey vivo. Antes del anochecer se han separado, los grifos se dirigen a un lugar inaccesible a custodiar oro y piedras preciosas. El águila, a mirar el sol, que más luce y contemplarlo sin cerrar los ojos.

Tras conocer esta historia que os he contado, amigos, ruego no actuéis como comadrejas, que conciben por las orejas y paren por la boca. No todo lo que se capta por el oído y se lee por los ojos, debe propagarse por la boca.
ATHO

DE GATOS


Tengo un gato en casa al que le gusta observar su horizonte desde el pretil de los días, y marcar filigranas de sombras en noches de eclipses. Me ha impuesto su voluntad desde que sucumbí a sus brillantes pupilas, y a esa reminiscencia de fiera que produce su tacto.¡Todo venganza, déspota que impone el silencio en transparencias de soledades! Egoísta, interesado en guardar la imagen de su secreto en el amarillo de la mirada, exige sin recato caricias con ronroneo. Sibarita y refinado, aprecia el buen comer: hay sangre en sus ofrendas y deja complaciente huellas rojas en la piel.
Pilar Moreno

ENTRAÑAS DE PEZ

Maremoto nació, casi por casualidad, del vientre de una mujer ahogada; por esa razón su padre, excéntrico pescador donde los haya, le puso tan extravagante nombre.Los pañales de Maremoto estuvieron impregnados con la amargura y el silencio de su padre. Su cuerpo creció al albur del viento salino del cercano mar. Era más libre que ninguna otra mujer hubiera sido nunca. Tan virginal y etérea como el instante de espuma en la cresta de una ola. Audaz superviviente de su entorno, se alimentaba de algas, crustáceos, frutos del mar; mientras tanto su padre,pescador impenitente, se debilitaba, a ojos vista, en un camastro dentro de la casucha que los dos compartían.
Solamente la arena fue partícipe de sus primeros pasos: el beso de sus diminutas huellas descomponía la monótona languidez del paisaje. Las rocas le fueron devolviendo, como un tesoro, el eco de sus primeras palabras.

Maremoto creció con esa sabiduría que tienen los que todo lo ignoran.

Con la sapiencia innata de los observadores de la naturaleza.

Brava y a la vez sencilla; amante de lo minúsculo y espectadora de lo enorme.

Solamente era esquiva con el resto de sus congéneres.

Un día, -tal vez fuera marzo, tal vez abril-, Maremoto decidió que había llegado el momento de aprender a pescar, y cogiendo los arreos, que su padre tenía arrinconados en un chamizo, se instaló en su roquedal preferido con la paciencia que tienen los que no cuentan jamás las horas.

Maremoto pescaba desnuda, sin temor a miradas furtivas, ilusionada…En su primer anzuelo, los peces, - del género masculino al fin y al cabo-,picaron en racimo, atropellándose los unos con los otros: temblorosos, amontonados, luciendo ante ella sus cuerpos de plata…Los vio boquear, con sus redondos ojos clavados en los suyos, buscando aire, ansiando la suavidad de las manos de Maremoto sobre sus cuerpos fríos y resbaladizos.

Ella los dejó a un lado, ni siquiera osó tocarlos: ¡eran tan pequeños, tan pocoexcitantes…!La mente de Maremoto albergaba un único pensamiento: encontrar al pez grande ymajestuoso, que en algunas ocasiones había visto circular por sus costas en las noches de luna.

Era un pez cansado de años y aventuras, un tiburón que se sabía todos los trucos de la vida, pero espléndido y audaz dentro de los pensamientos pueriles de lajoven ahíta de minúsculos peces muertos.

Maremoto era tenaz y constante, apasionada y laboriosa. Dentro de sus silencios bullía un mar de palabras sin destino. Con dedos torpes tejió una red para atrapar al merodeador de sus costas; le urgía la necesidad de tenerlo cerca, tan sólo eso: tenerlo cerca…Nadie quiere recordar, -o tal vez no lo recuerden-, la noche en que Maremoto selanzó al mar envuelta en sus propias redes…El tiburón aún ronda las costas donde los pies de la niña dejaron su recuerdo.

Multitud de peces, mudos, son testigos silenciosos de esta, inexistente ydolorosa, historia de agua…Nunca nadie encontró el cuerpo de una Maremoto que fue en busca de la luz dentro de las entrañas de un pez…

Lola Bertrand

EL ANIMAL DE COMPAÑÍA

Yo no la elegí, no me gustan los animales de compañía, pero creo que me fue impuesta por el Destino, y cómo vas a negar el Destino; o contradecirlo, discutir… Ni siquiera sé por donde entró, pero conmigo vive desde no recuerdo cuándo, ya que cada vez me queda menos memoria.
Tiene tres ojos para mejor avistar su condumio; boca de tiburón y lengua bífida que suele colgarle mientras duerme o sufre de indigestión.

El olor de su piel peluda es como el de la Muerte. Duerme derrumbada en el suelo mi Bestia mas, de moverme yo, arrastrará su cuerpo hinchado y deforme hasta donde yo me dirija. Tres pares de patas cortas -más suele repta que caminar-.Por cola gasta crines que le llegan por detrás hasta el cuello, rodeado éste debubones.

Voraz comedora de penas y demás sentimientos sombríos, de ahí quizá que Destino la enviara a mi lado: tiene abundante comida en mi atormentado ser. Siempre dispuesto para engullir, espera mi sufrimiento para de él nutrirse. Si al menos me arrebatara esa basura antes de haberla sentido, metabolizado en mi corazón,sería más feliz, pero exige que se la digiera yo, y cuando el horror o la nostalgia dolorosa han vivido y crecido en mi corazón, ella las come y medra como mala hierba. Llega a vomitar en otoño, cuando la lluvia y las tardes negras, y es que tanto tormento junto le encienden la gula y come sin saciarse hasta el empacho. Entonces, se retuerce en horrendos alaridos y regurgita tormentos, ansiedades y zozobras que quedan derramados en el suelo corroyéndolo, perforándolo pues, con su venenoso estómago, transforma su maná en cáusticos residuos. Casi veo el infierno por el salón y desde la cocina, se vislumbran los sótanos de las musas muertas.

Yo, hombre desgraciado, pido días de sol, sonatas perfectas y algo de amor para matar de inanición a mi Bestia… ¿Podría usted abrazarme, por favor?
Tequila

El reportero y el hurón

Con su cámara a cuesta y su pequeño hurón, lo había visto todo, o al menos eso creía. Había asistido a las guerras más cruentas, a las revoluciones más impetuosas, a los desastres naturales más devastadores, a pactos políticos inimaginables, a caídas de imperios ancestrales y subidas al poder de gente, más o menos, corriente, pero siempre quedó al margen: imperturbable, grabando esas escenas sin que su piel se erizara; inmortalizando esas instantáneas para otros ojos. Los suyos quedaban fijos y vacíos...

Un día, su pequeño hurón, le preguntó:

—¿No echas de menos a tu familia y a tu entorno?

Fríamente le contestó que no, que en su trabajo había conquistado su paz interior, y que por muchas bombas que cayeran o mucha sangre se derramará, él era feliz.

—¿Y no le temes a la muerte? —continuó.
—No, por supuesto que no.
—¿Qué te falta en la vida?
—Lo tengo todo: mi cámara, mi libertad, mi paz, mi reino, el amor que sé que me espera, te tengo a ti...

Pasaron años, guerras, huracanes, maremotos, aviones y torres derruidas, persecuciones mundiales... hasta que una mina oculta en un camino perdido del desconocido Mozambique, le sesgó los dos brazos, debiendo regresar a su casa. El tiempo de reportero eficaz y valiente quebró, volviendo a la cruda realidad de los días monótonos y aburridos en compañía de los suyos. El hurón, quien había salido ileso del accidente, le preguntó:

—¿Qué te pasa, qué echas en falta?
—Mi cámara, mi tercer ojo. El espacio y el tiempo...
—¿Eres feliz?
—Sí, supongo que si.
—¿Y no le temes a la muerte?
—Ahora que la veo tan cerca, sí... Se muere mi espíritu, lentamente, entre tantas envidias y codicias, entre tantas tentaciones e ímpetus que cada día me son más difíciles rechazar...
—¿Y por qué no marchamos?
—No, eso nunca. ¡Márchate tú! Tú que aún eres libre...

José Daniel.