lunes, 22 de junio de 2009

LIMPIEZA EN SECO

Él estaba conforme con la mujer que le había caído en suerte o, según decía,con la mujer que había elegido. Y conforme hasta cierto punto, porque siempre
daba la sensación de estar cabreado.El matrimonio iba más o menos bien: ella no tenía amigas de esas que se reúnen los sábados o domingos en casa y hacen que el marido tenga que ir a ver el partido televisado al bar de abajo. Tampoco molestaba mucho con su familia, la suegra era muy discreta y no se metía en casa nada más que de tarde en tarde y el suegro era un santo que procuraba no molestar. Respecto al sexo, siempreestaba bien dispuesta: él sólo tenía que decir alguna lindeza del tipo "Vamos para la cama, leona, que estoy que me salgo...", para que ella aceptara sin rechistar, aparentemente encantada, tuviera o no tuviera maldita la gana de soportar embates, babeos, jadeos y eyaculaciones precoces.
Siempre hacía caso a las propuestas de él, fueran las que fueran:
-Mira, hoy vamos a comer a casa de mis padres, después iremos a ver el partido del Madrid y acabaremos cenando en el restaurante ese nuevo japonés, el del pescado crudo.
Ella asentía, sin decir que no soportaba comer en casa de sus suegros, queodiaba el fútbol y que aborrecía la comida japonesa, pero siempre acataba, ese ocualquier otro plan, con una sonrisa complaciente. Vamos, para resumir y no extenderme: él hacía siempre lo que le salía de las narices y ella era unaespecie de bendita, rayana en la santidad y la estupidez, que aguantaba lo que fuera con tal de que su matrimonio no se rompiera: "Mis padres, los niños, la familia, los amigos...".Sucedió que, tras cuatro años de casados, él descubrió que su mujer había tenido un amor juvenil. Fue durante una conversación intrascendente; estaba hablando de sus novias anteriores, haciendo alarde de su hombría y de lo buenas que estaban todas, cuando ella, sin darle importancia, dijo:
-Pues yo conocí, en la facultad, a un chico muy simpático... Quería ser mi novio y estuvimos medio saliendo dos meses.
Fue como si le hubiera picado una serpiente, se levantó del sillón, la señaló con el índice y, a gritos, como un energúmeno:
-¡Y me lo dices ahora...! ¡Después de seis años a tu lado! ¡Me has tenidoengañado todo este tiempo... Tú me habías dicho que eras virgen, pero, claro,era sólo para cazarme!
Ella, sorprendida, con la voz muy queda, le dijo:-Pero..., sí sólo nos cogimos de la mano...
Esto le exasperó aún más, estaba al borde de una congestión:
-¡Calla, no sigas..., no quiero oír más guarradas! -Salió del salón gritando
-¡Soy un cuernazos, un cuernazos...!
A pesar de los cariñosos esfuerzos de ella, él no le dirigió la palabra durantedos días. Al tercero, llegó a casa a media mañana:
-Vamos, ponte algo, vamos a salir, te voy a llevar al tinte.
No rechistó. Salieron a la calle y fueron hasta una tintorería que había cercade su casa. Él preguntó a la dependienta:
-¿Cuánto cuesta limpiar una mujer por dentro?
-¿En seco o lavado normal? ¿Urgente o para mañana? -respondió la joven.
-Como quede más limpia..., y lo más urgente posible.
-Espere, que consulto la lista de precios.
Pasaron unos momentos en los que la dependienta miró y remiró la lista:
-Mire, pues no tengo anotado el precio de ese servicio, pero supongo que lepodemos aplicar el del traje completo, más un pequeño suplemento.
-¿Y para cuándo estará...?
-No parece muy sucia, si se espera la puede tener lista en media hora.
-De acuerdo, esperaré.
Ella entró con dificultad por la abertura circular de la gigantesca lavadoraindustrial. Una vez dentro, a través del grueso cristal, miró, con una mezcla de sorpresa y culpabilidad en sus ojos, a su marido; éste se había sentado aesperar en un lugar estratégico desde el que podía contemplar las piernas de la jovencita que les atendía. La lavadora empezó a funcionar...
A los treinta minutos la dependienta abrió la puerta de la máquina y ayudó asalir a la mujer. Ésta, con dificultad para guardar el equilibrio, mareada, sesujetó a la silla donde él seguía sentado. La empleada, tras una ojeadaprofesional, dijo:
-Pues yo creo que ha quedado bien...
Se levantó, miró de frente a su mujer y preguntó:
-¿Has conocido algún hombre antes que yo?-Ninguno. -Contestó ella.
-¿Y en la universidad? -Insistió.
-No recuerdo haber ido a la universidad.
Él sonrió, pagó la factura, cogió del brazo a su mujer:
-Vamos, te sujeto, que parece que estuvieras borracha.Caminaron hacia su casa:
-Mira, hoy vamos a comer a casa de mis padres, después iremos a ver el partido del Madrid y acabaremos cenando en el restaurante ese nuevo japonés, el del pescado crudo... Y, luego, a la cama, que estoy que me salgo.
Ella dejó caer, disimuladamente, una lagrima y sonrió mientras asentía con lacabeza.
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Yo la conocí casi veinte años después de lo que acabo de contar. Pasaba de los cuarenta y era una auténtica belleza. Fue quien me contó esta historia. Su marido, impotente por culpa del alcohol, seguía siendo un perfecto cabrón.
Tuvimos un hermoso romance, que aún continúa..., más aún, tras morir él,aparentemente suicidado, de una forma que la policía tildó de extraña: apareció,ahogado o electrocutado –no recuerdo bien- con la cabeza dentro de la lavadora de su casa...
Ella me aseguró que no tenía nada que ver con lo sucedido, aunque sus ojos siempre tenían un brillo especial cuando hablaba del tema.
Luis Alcocer

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