jueves, 11 de junio de 2009

ENTRAÑAS DE PEZ

Maremoto nació, casi por casualidad, del vientre de una mujer ahogada; por esa razón su padre, excéntrico pescador donde los haya, le puso tan extravagante nombre.Los pañales de Maremoto estuvieron impregnados con la amargura y el silencio de su padre. Su cuerpo creció al albur del viento salino del cercano mar. Era más libre que ninguna otra mujer hubiera sido nunca. Tan virginal y etérea como el instante de espuma en la cresta de una ola. Audaz superviviente de su entorno, se alimentaba de algas, crustáceos, frutos del mar; mientras tanto su padre,pescador impenitente, se debilitaba, a ojos vista, en un camastro dentro de la casucha que los dos compartían.
Solamente la arena fue partícipe de sus primeros pasos: el beso de sus diminutas huellas descomponía la monótona languidez del paisaje. Las rocas le fueron devolviendo, como un tesoro, el eco de sus primeras palabras.

Maremoto creció con esa sabiduría que tienen los que todo lo ignoran.

Con la sapiencia innata de los observadores de la naturaleza.

Brava y a la vez sencilla; amante de lo minúsculo y espectadora de lo enorme.

Solamente era esquiva con el resto de sus congéneres.

Un día, -tal vez fuera marzo, tal vez abril-, Maremoto decidió que había llegado el momento de aprender a pescar, y cogiendo los arreos, que su padre tenía arrinconados en un chamizo, se instaló en su roquedal preferido con la paciencia que tienen los que no cuentan jamás las horas.

Maremoto pescaba desnuda, sin temor a miradas furtivas, ilusionada…En su primer anzuelo, los peces, - del género masculino al fin y al cabo-,picaron en racimo, atropellándose los unos con los otros: temblorosos, amontonados, luciendo ante ella sus cuerpos de plata…Los vio boquear, con sus redondos ojos clavados en los suyos, buscando aire, ansiando la suavidad de las manos de Maremoto sobre sus cuerpos fríos y resbaladizos.

Ella los dejó a un lado, ni siquiera osó tocarlos: ¡eran tan pequeños, tan pocoexcitantes…!La mente de Maremoto albergaba un único pensamiento: encontrar al pez grande ymajestuoso, que en algunas ocasiones había visto circular por sus costas en las noches de luna.

Era un pez cansado de años y aventuras, un tiburón que se sabía todos los trucos de la vida, pero espléndido y audaz dentro de los pensamientos pueriles de lajoven ahíta de minúsculos peces muertos.

Maremoto era tenaz y constante, apasionada y laboriosa. Dentro de sus silencios bullía un mar de palabras sin destino. Con dedos torpes tejió una red para atrapar al merodeador de sus costas; le urgía la necesidad de tenerlo cerca, tan sólo eso: tenerlo cerca…Nadie quiere recordar, -o tal vez no lo recuerden-, la noche en que Maremoto selanzó al mar envuelta en sus propias redes…El tiburón aún ronda las costas donde los pies de la niña dejaron su recuerdo.

Multitud de peces, mudos, son testigos silenciosos de esta, inexistente ydolorosa, historia de agua…Nunca nadie encontró el cuerpo de una Maremoto que fue en busca de la luz dentro de las entrañas de un pez…

Lola Bertrand

No hay comentarios:

Publicar un comentario