miércoles, 24 de junio de 2009

TÍMIDA DE BESOS

Estaba la mañana
muy triste y tímida de besos.

Me refugié en la sombra
como formando parte de ella;
pasó a mi lado un grajo:
"Yo soy un grajo", graznó.
¿Graznan los grajos?
Le ignoré, no me gustaban él ni su graznar.
Luego, se fue.
La sombra se mudó de lado
y yo quedé descalzo, huérfano de abarcas.
El sol, sin tapaderas, se reflejó en mi frente.
Llegó una lagartija polvorienta:
"Soy una lagartija polvorienta
que viene del Rocío".
Le di la mano y juntos almorzamos.
Después se fue.
La sombra andaba al hilo de la nada
-casi no era- de entre los dedos de mis pies
salió una hormiga roja:
"Soy una hormiga roja
que busca el culo rojo de otra hormiga
para marchar detrás".
Le entregué mi corbata, verde, verde,
la aceptó, era daltónica.
Feliz se fue.
El sol quemaba mis entrañas,
las puse en una piedra
a descansar y refrescarse.
Vino una mantis religiosa:
"Soy una mantis religiosa,
¿te apetece que hagamos el amor?"
No era mi tipo, muy delgada
y los ojos de huevo, pero..., ¿quién dice no?
"Estoy de Ramadán, si quieres esperar a que oscurezca".
Se sentó y me miraba fijamente.
Llegó la noche, recogí mis entrañas,
hicimos el amor, era una fiera.
Pensé que iba a comerme, pero besó mi mano..., luego,
tras un adiós, sus élitros rompieron las tinieblas.
Y, ahora, aquí estoy,
no sé qué espero,
en esta noche absurda, gris y tonta,
que sigue triste y tímida de besos
o, al menos, eso me parece.
Puso sus patas en mi hombro un búho:
"Yo soy un búho que...".
Me volví a casa.
Luis Alcocer

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